viernes, 24 de agosto de 2007

Hoy en día ¿a quíén le interesa en verdad el cristianismo?; ¿quién siente temor y temblor ante Dios?; ¿quién pretende llevar a su vida la palabra del Evangelio?; ¿quién sufre y es perseguido por Jesucristo?
La verdad, ¿quién se pregunta, en el sentido profundo, por ella ("quid veritas?")? La verdad es vida, existencia en el espíritu, el camino de la teoría a la praxis asumida responsablemente por amor a Dios y al prójimo. La esencia de la verdad es el amor puro: por amor Dios lo creó todo, y por amor entregó a Jesús, su único hijo, para salvarnos del pecado resucitándolo de entre los muertos. No hay amor más grande que este. Si Dios lo hizo todo por amor, nosotros también deberíamos hacerlo. Como Agustín, "ama y haz lo que quieras". Pero, ¡es tan difícil amar de verdad, en verdad! Y sin embargo, todos hemos sido creados dotados para amar y ser amados libremente: ¿por qué, entonces, renunciamos a ese don y a Dios entregándonos al desvarío, a la concupiscencia, al odio y a la oscuridad?

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