domingo, 11 de noviembre de 2007

Kierkegaard, amigo mío, no quiero inútilmente abatirme ni caer en el elogio fácil, porque sé que te encuentras allí donde siempre habías deseado de forma ardiente, y ya todo sobra. Lo dice un individuo singular a quien atrajiste como tal, de nuevo, hacia la fe cristiana. A ti, pues, debo en gran parte mi conversión. Pero ¡qué sería de nosotros sin ese verdadero maestro que fue, y es, Jesús! A Él es a quien le debemos nuestro amor, a quien hay que imitar y seguir, como tú muy bien demandaste.
Valga esta fecha, tan señalada para tu existencia temporal en este mundo, como recortario de que pese a la fugacidad de nuestra vida, no debemos desesperarnos, sino al contrario, vivir con la esperanza en la bienaventuranza eterna, alabando a nuestro Señor y su infinita misericordia.
Paz y felicidad amigo Kierkegaard
José García Martín

viernes, 2 de noviembre de 2007

No hay pasado sin presente, como tampoco futuro. La aparente paradoja del tiempo consiste en que, a pesar de su fugacidad, posee un sentido eterno. Por eso precisamente es tan efímero.
Nuestra conciencia infinita, ese anhelo de perennidad, convierte cada instante de mi existencia en una interminable búsqueda, y a nosotros en viajeros que nunca sabremos cuál va a ser la última parada.
El hombre, en su presente, se debate constantemente entre lo que ya no es y lo que puede ser; entre la nostalgia del tiempo perdido, y la ilusión del porvenir; entre la desesperación y la esperanza, cual Juno bifronte.