Lo más importante es mi relación con Dios. Todo lo demás es secundario. Por eso, cualquier cosa que haga, o no haga, debe interpretarse desde esa premisa. ¡Amar a Dios sobre todas las cosas! Pero, ¿qué significa Dios en nuestras vidas? Casi nada -por no decir nada.
Mi existencia, mi historia personal misma, no es más que un trasunto imperfecto en manos de la Providencia, cuyo perfil último desconozco. Sin embargo, Dios con su infinita sabiduría sabrá sacar el mejor partido de mí; a Él me entrego con total confianza y rezo para que mi sacrificio sirva al cristianismo. Yo lo único que he deseado es hacer algo bueno por Dios. Y mi relación con ella ya solamente puede ser desde la idealidad cristiana y la eternidad. Así que no me importa incluso compartirla, porque para el espíritu el único celo es por el amor de Dios; todo lo mundano y temporal nada significa en parangón con ese amor.
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