Abraham es grande por su fe en Dios, realizando ese movimiento hacia ella en un doble sentido: a) hacia el monte Moira; b) hacia lo absurdo, d. v. s., más allá de la razón y de la ética. Su viaje interior, su relación con Dios, confidencial e incomunicable, puede parecer incomprensible, pero necesario para conocer el otro exterior. Abraham sería un monstruo y un potencial asesino ante los ojos de los hombres, a no ser que se le entendiera desde la fe y la excepcionalidad. Su silencio y recogimiento fue una condición inexcusable, pero por todo ello algo que no puede explicarse racionalmente. ¡Y después vienen esos perros hegelianos sistemáticos a confundirnos con su "todo lo real es racional y todo lo racional es real"! Ni siquiera pueden explicar su existencia, y quieren "lógicamente" deducir la realidad entera.
domingo, 26 de agosto de 2007
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