sábado, 18 de octubre de 2008

¿Qué es la angustia? (I)

Fundamentalmente la angustia es ─como ya he afirmado─ una categoría del espíritu (así pues, humana, muy humana), del hombre como espíritu que, con seriedad, se enfrenta a la tentación; o si se quiere, a la posibilidad misma como tentación. Es más, en este sentido, la angustia aparece en cuanto surge la posibilidad, esto es, lo posible en cuanto posible. El quid de la cuestión reside justamente en el hecho de que lo posible se reconoce como tal y, por tanto, se hace a sí misma como posibilidad. Lo cual supone que lo posible es posible o no. Pero para ello, ¡debo suspenderme en el abismo de mis posibles y elegir la posibilidad misma! En breve: si todo es posible es porque nada (lo) es, de modo que al elegir algo, un posible, he elegido elegir y, por tanto, me he tenido que poner en el vacío de mi ser. Esto significa que la angustia posee un carácter ambiguo: lo mismo nos lleva al pecado que a la salvación; nos indica tanto el camino del bien como del mal. Justo esta ambigüedad, esta imprecisión es la que origina la angustia, la cual nunca se abandona y nos acompaña toda nuestra vida de generación en generación.
De manera romántica, se podría afirmar que la angustia es como la “vibración” del espíritu humano ante la llamada de la responsabilidad eterna. En suma, la angustia es la anticipación y la precipitación de la misma libertad del hombre que despierta del sueño de la inocencia. En este sentido, la angustia se refiere siempre a un estado, a una situación que tiene que ver, sin duda, con cierto tono o disposición vital. O expresado con otras palabras: la angustia pertenece a todo estado de ánimo, temple, sentimiento, emoción, ambiente humano que despierta al espíritu ante la posibilidad de la libertad. Como tal, la angustia vive en la interioridad más íntima del ser humano conformándolo en una individualidad consciente y solitaria; en un alguien que temblorosamente se posiciona frente a sí mismo y a Dios. De nada sirve estar rodeado de mucha gente, de amigos o establecer relaciones familiares ¿Quién no se ha sentido absolutamente solo en medio de la impersonal masa y angustiado? Sin embargo, a no ser por ello no nos daríamos cuenta de nuestra propia heterogeneidad diferenciadora; o expresado de otra manera: sirve para llegar a ser un individuo singular, que es lo que en realidad somos.
La angustia es como un cruce en el interior de la persona entre la determinación natural o animal y la determinación espiritual. Por ello, podríamos considerarla también como el signo de nobleza de nuestro origen divino; como la marca que el Sumo Hacedor ha dejado en nuestra naturaleza, pero que nos recuerda además nuestra ofensa al mandato divino que nos exigía obediencia y confianza en su gracia.

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