No hay pasado sin presente, como tampoco futuro. La aparente paradoja del tiempo consiste en que, a pesar de su fugacidad, posee un sentido eterno. Por eso precisamente es tan efímero.
Nuestra conciencia infinita, ese anhelo de perennidad, convierte cada instante de mi existencia en una interminable búsqueda, y a nosotros en viajeros que nunca sabremos cuál va a ser la última parada.
El hombre, en su presente, se debate constantemente entre lo que ya no es y lo que puede ser; entre la nostalgia del tiempo perdido, y la ilusión del porvenir; entre la desesperación y la esperanza, cual Juno bifronte.
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