El silencio de Abraham no fue ni un silencio estético ni ético, sino religioso. Tampoco fue ningún héroe trágico, sino un hombre de fe que antepuso el amor y la obediencia incondicional a Dios a cualquier otra cosa de este mundo. O expresado con otras palabras, porque se relacionó de forma absoluta con lo absoluto.
En el caso de Abraham, el acento no hay que ponerlo en que, en efecto, calla; sino en el hecho de que no puede hablar. Es más, la prueba, la tentación, se encuentra en que hable, en lo general, en la ética. Abraham no puede hablar porque si lo hace estará perdido. Su silencio se debe a que por un lado, no puede ser comprendido, y por otro a que desobedecería a Dios. De todo lo cual resulta que se encuentra en una absoluta soledad; esto es, se encuentra a solas, pero a solas con Dios. ¡Cuánta angustia y desazón! ¡Saber lo que sabes, amar como amas, y no poderlo decir!
En el caso de Abraham, el acento no hay que ponerlo en que, en efecto, calla; sino en el hecho de que no puede hablar. Es más, la prueba, la tentación, se encuentra en que hable, en lo general, en la ética. Abraham no puede hablar porque si lo hace estará perdido. Su silencio se debe a que por un lado, no puede ser comprendido, y por otro a que desobedecería a Dios. De todo lo cual resulta que se encuentra en una absoluta soledad; esto es, se encuentra a solas, pero a solas con Dios. ¡Cuánta angustia y desazón! ¡Saber lo que sabes, amar como amas, y no poderlo decir!
Así pues, ¿qué significa el silencio de Abraham? Significa amor, mucho amor, pero también angustia, incomprensión y soledad (como en mi caso también). El silencio de Abraham significa el silencio de un individuo singular, excepcional, que habló con su comportamiento comunicando su fe en Dios, aunque fuera algo absurdo. Por eso, comprender a Abraham significa comprender a la vez la paradoja. Comprender que obrar por fe es renunciar a todo lo mundano permaneciendo fiel al amor de Dios, gracias a lo cual se recuperará todo con creces de nuevo; como así lo deseo con respecto a Regina.
Me he referido al silencio de Abraham y de lo que significa. Pero, ¿cuál es el silencio de Johannes de Silentio? ¿Qué se calla? O más bien, ¿qué es lo que no puede decir? ¿Johannes de Silentio es Johannes de Silentio por lo que dice, o por lo que calla?
A veces hay que juzgar a las personas más por lo que callan que por lo que dicen. El silencio también comunica; podemos hablar de la elocuencia del silencio, en la medida en que este es significativo. Por eso, el silencio puede que oculte algo, pero también revela. La fe pertenecería a nuestra intimidad y oculta interioridad, sobre la que no se habla pero que se manifiesta y comunica ¿Cómo? Con las obras del amor.Lo que hablaría sería nuestro comportamiento, nuestro corazón, más allá de lo estrictamente racional y lógico. O dicho más brevemente: lo que se debe hacer patente en nosotros es el Espíritu de Dios mismo.
La fe no se puede explicar racionalmente, ni se demuestra. Solo cabe “mostrarla” apasionadamente, con pasión, en mi existencia. La fe y Dios se ocultan a la razón y a los sabios, pero se revela en el amor. En definitiva, ante la fe se debe callar la razón y hablar la existencia; la de cada uno de nosotros como individuos singulares.
¡Cuánta congoja y angustia debió pasar Abraham! Precisamente por eso no ha habido nadie tan grande como él en la fe, si exceptuamos a Jesucristo.
Concluyendo, el contenido del mensaje de la comunicación existencial expuesto por Johannes de Silentio es doblemente dialéctico:
1. No hay nada superior a la fe y al amor a (y de) Dios.
2. Me resigno a perder mundanalmente a Regina y a sacrificar mis relaciones con ella. Pero precisamente porque la ama tanto que no puedo decirle por qué lo hago, ni puedo renunciar a su amor y, por tanto, a que mi fe la conserve y la salve.
1. No hay nada superior a la fe y al amor a (y de) Dios.
2. Me resigno a perder mundanalmente a Regina y a sacrificar mis relaciones con ella. Pero precisamente porque la ama tanto que no puedo decirle por qué lo hago, ni puedo renunciar a su amor y, por tanto, a que mi fe la conserve y la salve.
¡Te amo, mi niña!
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